Cada junio, las calles de distintas ciudades del mundo se llenan de color, música y banderas arcoíris. No es solo una fiesta, sino una conmemoración: el Mes del Orgullo LGBT+, un tiempo para celebrar la libertad de ser, amar y expresarse sin miedo.

Esta celebración tiene su origen en los disturbios de Stonewall, ocurridos en Nueva York en 1969. Aquella noche del 28 de junio marcó un antes y un después en la historia de los derechos de la comunidad LGBT+. Hartas de la persecución y los abusos policiales, personas trans, gays y lesbianas se alzaron contra la represión. Lo que comenzó como un acto de resistencia se convirtió en el punto de partida de un movimiento mundial por la igualdad y la visibilidad.

Desde entonces, junio se transformó en un mes para recordar que el orgullo no es soberbia, sino dignidad. Las marchas que recorren avenidas enteras representan no solo la celebración de lo alcanzado, sino también la exigencia de lo que aún falta. Como explicó el experto en derechos humanos Víctor Madrigal-Borloz, Stonewall fue “el primer ladrillazo” en una lucha cultural contra la discriminación, una chispa que encendió la búsqueda por vivir de forma auténtica y libre.

El término “Orgullo” se atribuye a Brenda Howard, activista bisexual conocida como la “Madre del Orgullo”. Ella fue quien organizó el primer desfile en conmemoración del aniversario de Stonewall. Gracias a su iniciativa, las movilizaciones comenzaron a extenderse por todo el mundo, inspirando a millones de personas a salir a las calles y mostrarse tal como son.

Hoy, el Mes del Orgullo es una oportunidad para celebrar la diversidad y reafirmar el respeto a todas las identidades y orientaciones. Es también un recordatorio de que la igualdad no es un privilegio, sino un derecho que debe defenderse cada día.

Aunque las celebraciones se concentran en junio, en muchos lugares las actividades se extienden durante todo el año: festivales, foros, marchas y encuentros que mantienen viva la conversación sobre inclusión, aceptación y amor propio. Porque más allá de las banderas y los colores, el Orgullo simboliza la fuerza de una comunidad que no solo resiste, sino que sigue construyendo espacios donde ser uno mismo no sea motivo de lucha, sino de alegría.