Cada vez más jóvenes recurren a la inteligencia artificial no solo para hacer tareas o resolver dudas escolares, sino también para buscar consejo, apoyo emocional o simple compañía. Lo que antes se limitaba a asistentes digitales que respondían preguntas ahora se ha convertido en algo más parecido a una relación cotidiana: conversaciones que imitan la empatía humana y que, para muchos adolescentes, llenan un espacio que antes ocupaban los amigos o familiares.
De acuerdo con un estudio de Common Sense Media, más del 70 % de los adolescentes ha usado algún tipo de asistente de IA, y la mitad lo hace con frecuencia. Muchos aseguran que estas herramientas, como ChatGPT, Claude o plataformas diseñadas como “amigos digitales” —entre ellas Character.AI o Replika—, se sienten comprensivas, pacientes y siempre disponibles. Esa disponibilidad constante parece ser parte del atractivo: la IA nunca se cansa, no juzga ni contradice.
Para Kayla Chege, estudiante de 15 años en Kansas, la IA es una especie de acompañante de confianza. Le pide consejos sobre compras, maquillaje o ideas para fiestas, aunque procura no dejar que haga su tarea. Aun así, reconoce que su generación depende cada vez más de estas herramientas. “Todo el mundo usa la IA para todo ahora”, dice. “Siento que los niños la usan para evitar pensar”.
Otros jóvenes comparten preocupaciones similares. Ganesh Nair, de 18 años, contó que un amigo suyo terminó una relación amorosa usando un mensaje escrito por un chatbot. “Me pareció inquietante”, dijo. “Es como si estuviéramos dejando que las computadoras tomen el lugar de nuestras relaciones humanas”.
El estudio revela que cerca de un tercio de los adolescentes considera que hablar con un asistente de IA puede ser igual o más satisfactorio que hacerlo con una persona real. Y aunque muchos desconfían de los consejos que reciben, un 33 % ha conversado sobre temas importantes con estos programas en lugar de con sus amigos o familiares.
Expertos en psicología y tecnología advierten que esta tendencia podría tener consecuencias en el desarrollo emocional y social de los jóvenes. Michael Robb, investigador de Common Sense Media, señala que la adolescencia es un momento clave para aprender a comunicarse, interpretar emociones y construir identidad. Si esas habilidades se practican en un entorno artificial donde siempre hay validación y nunca conflicto, los adolescentes podrían tener dificultades para desenvolverse en el mundo real.
La psicóloga Eva Telzer, de la Universidad de Carolina del Norte, explica que algunos adolescentes ya usan la IA para explorar su sexualidad o como fuente de consuelo. En sus estudios, incluso ha detectado el uso de plataformas diseñadas para adultos, lo que aumenta los riesgos de exposición a contenido inapropiado o emocionalmente dañino.
A esto se suma la posibilidad de que los jóvenes pierdan confianza en su propio criterio. Algunos, como Bruce Perry, de 17 años, reconocen que dependen de la IA para organizar ideas, redactar textos o incluso elegir qué ponerse. “Antes de escribir un ensayo, pienso en ir a ChatGPT antes de sacar un lápiz”, confiesa.
Aunque muchos adolescentes aseguran que la inteligencia artificial los ayuda a expresarse mejor o a sentirse comprendidos, también hay quienes ven un peligro en su uso excesivo. Nair, el joven que decidió dejar de usarla, resume la inquietud de su generación: “Las redes sociales alimentaban la necesidad de ser vistos; la IA alimenta algo más profundo, la necesidad de sentir conexión. Y eso puede volverse una adicción”.