El Palacio de Bellas Artes abre sus puertas a una de las exposiciones más esperadas del año: La revolución impresionista: De Monet a Matisse, una muestra que reúne 45 obras procedentes del Museo de Arte de Dallas. Más que una exposición, se trata de un recorrido por la historia de un movimiento que rompió las reglas del arte y cambió para siempre la manera de mirar el mundo.
Desde la entrada, los visitantes son recibidos por una obra de Claude Monet que parece respirar: un paisaje en tonos verdes y azules que recrea las montañas de Valle Buona, en Italia. Es apenas una introducción al universo de color, luz y emoción que marcó a los artistas que desafiaron las normas académicas del siglo XIX.
La curadora Nicole R. Myers, jefa de investigación del Museo de Arte de Dallas, explica que el impresionismo nació como una revolución silenciosa. “Cuando la gente piensa en impresionismo, imagina los estanques de Monet o las bailarinas de Degas, pero en su tiempo fueron artistas radicales, rechazados por la academia por su estilo libre y su manera de ver la luz”, comentó durante la presentación a medios.
La exposición está organizada en cuatro núcleos temáticos que muestran esa evolución artística. En el primero, “Rebeldes con causa”, destacan piezas como El Pont Neuf de Monet y Place du Théâtre Français: Efecto de niebla de Camille Pissarro, obras donde el negro desaparece de la paleta para dar paso a los tonos brillantes y vibrantes.
Más adelante, en el apartado “Notas de campo”, el visitante se sumerge en paisajes que parecen moverse, como El río Sena en París de Paul Signac o Valle Buona de Monet, donde la pincelada corta y el color puro construyen la atmósfera. Una de las piezas más admiradas es El estanque de nenúfares (nubes), también de Monet, que sumerge al espectador en una sensación de flotar sobre el agua.
En “Efectos secundarios”, aparecen obras de Vincent van Gogh y Paul Gauguin, como Gavillas de trigo e I Raro te Oviri (Debajo del pandano). Aunque ambos fueron considerados posimpresionistas, su obra conserva la libertad y el uso de color que heredaron del movimiento original.
El recorrido concluye con “Para siempre”, donde se exhiben piezas de Henri Matisse y André Derain, artistas que llevaron la revolución del color un paso más allá y sentaron las bases para movimientos como el fauvismo, el cubismo y el expresionismo.
Joshua Sánchez, curador del Palacio de Bellas Artes, destacó que esta exposición busca recordar que el impresionismo no fue solo una estética bonita, sino un acto de rebeldía artística. “Estos pintores se atrevieron a mirar la vida moderna con ojos nuevos y pinceladas libres”, señaló.
La revolución impresionista: De Monet a Matisse permanecerá abierta hasta el 27 de julio, y puede visitarse de martes a domingo de 10:00 a 18:00 horas. Además, incluye recursos accesibles como textos en Braille, audios y pantallas interactivas que enriquecen la experiencia.
Así, Bellas Artes invita a descubrir —o redescubrir— el espíritu inconforme y luminoso de los artistas que, con cada trazo, revolucionaron la historia del arte.