Estoy de acuerdo que esta emoción es muy placentera y cuando llega a nuestras vidas entramos en modo de éxtasis, pero debemos dejar de idealizarla para conocer su naturalidad.
Si la felicidad fuera una persona, estoy segura que se sentiría agobiada por la responsabilidad que le dejamos al desearla tanto y cuando llega, no la disfrutamos por el miedo a perderla, vaya situación.
Saben, hace tiempo creía que lo que necesitaba en mi vida para estar completa era la felicidad, que un día llegaría a mi vida y jamás se iría… Bueno, estaba muy equivocada, porque al verlo de esta forma cometí errores que siempre me llevaban a sentirme vacía y en depresión. El forzar las cosas y querer retenerlas es una mala combinación.
Con el paso del tiempo, unas buenas terapias con la psicóloga y trabajar en mi amor propio, comprendí que no era la felicidad a la que estaba buscando, más bien, conectar con mi ser, abrazarme y conocer la paz.
Con este cambio en mi vida, entendí que la felicidad, así como el enfado y la tristeza, son emociones que llegan, se mantienen por un rato, cumplen su objetivo y se van y así va pasando a través de nuestros días.
Fluir, no juzgarme, entender por qué llega la felicidad, cuándo y dónde la siento, ya son cosas que puedo identificar y agradecer, sí, agradecer un día más en que esta emoción me visita y ya puedo disfrutarla hasta decirle hasta pronto.
Si la felicidad fuera una persona, ¿cómo la describirías? Mientras lo piensas, te invito a escuchar un capítulo de mi podcast: ¡Y Cómo Dices Que Es!, aquí, podrás darte una idea.
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