El silencio de la noche se quiebra bajo las suaves notas de una dulce melodía que inunda los estrechos callejones apenas iluminados por la tenue luz de los faroles. Bajo un balcón, extrañas sombras envueltas en negros mantos se amontonan tañendo antiguos instrumentos y dejando escapar suspiros del alma. El suspenso corroe, el corazón palpita agitado y cuando una sutil luz se enciende en la ventana dejando entrever la delicada silueta de una moza a través de la cortina, sabemos que la espera ha terminado: la ronda ha sido escuchada por el ser amado.
La Tuna o Estudiantina como se le conoce comúnmente a pesar de las ligeras diferencias que existen entre ellas, es una de esas agrupaciones que muchos conocen en nuestro país, sin embargo, tal vez es las más fabulada y desconocida en lo que a su origen, su andar y sus tradiciones se refiere. Descendiente de los antiguos Goliardos y Juglares medievales, la Tuna adquiere su personalidad de aquellas costumbres escolares de hace más de 800 años con la fundación de la Universidad de Salamanca, España, la primera institución en su tipo en el mundo. De aquellas antiguas costumbres resalta una en que grupos de estudiantes se reunían para hacer música y de ahí obtener recursos para paliar su pobreza, mantenerse y de paso costear sus estudios. En el Siglo XIII, Alfonso X “El Sabio”, en su Código de las Siete Partidas, se referiría a los primeros tunos y sopistas como “Esos escholares que troban (sic) y tañen instrumentos para haber mantenencia”. Con el tiempo, gracias a su carácter alegre, pícaro y viajero, la Tuna se difundió por diversas partes de Europa hasta llegar al Nuevo Mundo. En México, la Tuna encontró en la ciudad de Guanajuato suelo fértil donde germinar, dando origen a la primera agrupación en su tipo bajo el seno de la Universidad de Guanajuato.
Galantería, respeto, humildad, camaradería, hermandad, son algunos de los valores que la Tuna inculca a quienes forman parte de ella. Hoy en día, más que un sustento de vida, la Tuna es una forma para vivirla y un motivo más de reunión en la cual compartir fraternalmente el vino, la sal y la música en la etapa estudiantil y también es oportunidad para muchos otros individuos que han dejado tiempo atrás los libros y los años de facultad; Tunos Decanos o Veteranos les llaman.
Hoy como hace ocho siglos, resulta alentador comprobar cómo la Tuna sigue sosteniéndose gracias al ingenio estudiantil y con base en todo tipo de acontecimientos sociales, bodas, banquetes, conciertos, etc. Igualmente, cada vez es más significativa la presencia de la Tuna en actos oficiales que cada curso académico celebran en su patria natal la Universidad. La Tuna no sólo tiene el honor de ser en parte la sustentadora de muchos estudiantes de Universidad en sus primeros siglos de andadura, sino también la mantenedora y transmisora de instrumentos tales como la bandurria y el laúd, sin cuya participación probablemente hubieran desaparecido en el tiempo.
Así pues, bien vale la pena recordar a Jiménez y Catalán y Sinués y Urbiola, historiadores de la Universidad de Zaragoza, cuando decían que: “… de esas comparsas de tunos y sopistas salieron hombres que gobernaron España y ocuparon puestos preeminentes en las letras, la política y el foro.”
Y como diría esa alegre y nostálgica canción: “¡Hasta que el cuerpo aguante seré Tuno hasta morir!” ¡Aúpa Tuna!