Para la historiadora Úrsula Camba Ludlow, no hay duda: Malintzin, doña Marina, o como se le conoce popularmente, La Malinche, es la mujer más importante en la historia de México. Su papel durante la Conquista fue decisivo, no solo por su inteligencia y habilidad como intérprete, sino porque sus decisiones transformaron profundamente el rumbo del mundo en lo geográfico, religioso, económico y cultural.
Camba Ludlow, quien recientemente presentó su libro Malinche, publicado por la editorial Crítica dentro de la colección Los Malos de la Historia, explica que su obra no busca ser una biografía tradicional, sino una mirada más amplia sobre una figura compleja, muchas veces malentendida. “No se trata de juzgar lo que debió o no hacer, sino de entender su vida y el contexto en el que actuó”, señala.
La autora confiesa que al principio dudó en escribir sobre ella, precisamente porque La Malinche ha sido objeto de innumerables interpretaciones. “Pensé: ¿qué puedo decir que no se haya dicho ya?”, comenta. Pero su acercamiento fue distinto. Le interesó explorar el papel de las mujeres en el mundo prehispánico, el entorno que moldeó a Malintzin, sus oportunidades y limitaciones, así como su descendencia, en especial sus hijos Martín Cortés y María Jaramillo.
Durante siglos, La Malinche ha sido vista como traidora, una etiqueta reforzada por la historiografía del siglo XX. Sin embargo, Camba Ludlow insiste en que si se revisan las fuentes del siglo XVI, emerge una imagen diferente: una mujer respetada tanto por los españoles como por los tlaxcaltecas, apreciada por su inteligencia y por ser clave en la comunicación entre dos mundos que no compartían idioma ni referentes.
La historiadora recuerda que Malintzin fungió como puente lingüístico en un escenario donde el malentendido era constante. “Sin ella, los españoles probablemente habrían sido aniquilados al llegar. Ella permitió el diálogo, aunque muchas ideas se perdieran o distorsionaran entre el maya, el náhuatl y el español”, explica.
Para Camba Ludlow, la visión de La Malinche está cambiando, sobre todo entre las nuevas generaciones. “A los jóvenes ya no les suena el término ‘malinchismo’, que antes se usaba para señalar a quien despreciaba lo propio. Esa transformación tiene que ver con los movimientos feministas y la revisión crítica de figuras históricas femeninas. Hoy se tiende a verla no como víctima o villana, sino como una mujer que entendió su poder y lo ejerció”.
La investigadora considera que la recuperación de su figura es también un reflejo de los tiempos: “Las mujeres ya no se definen solo por lo que los hombres dicen de ellas. Malintzin pudo quedarse callada, pero decidió hablar y actuar. Esa decisión cambió la historia”.